Por qué el blanco es un color fundamental en primeras comuniones

La Primera Comunión es una celebración cargada de simbolismo: los bordados de espigas y uvas, los lirios blancos de las coronas florales, los adornos en hilo dorado que representan aureolas, etcétera. Probablemente, la paleta de colores de la ropa comunión para niñas contiene uno de los elementos más simbólicos de este sacramento cristiano: el color blanco.

Que la paloma, los angelitos, la hostia consagrada y otras imágenes inseparables de la comunión sean blancos no es casualidad: este color posee una fuerte vinculación con virtudes apreciadas en el cristianismo, como la gracia o la pureza del alma.

Así, el predominio del blanco en los vestidos y complementos de comunión busca reflejar el estado espiritual del comulgante al recibir por primera vez la eucaristía. Por así decirlo, es una forma que expresar visualmente la pureza del niño durante esta iniciación religiosa, y no es casualidad de palabras como cándido tengan la doble acepción de «blanco» y de «sin malicia ni doblez».

En un sentido más amplio, creencias como la resurrección o la vida nueva están relacionadas con este color. Tampoco ha de olvidarse que el blanco es también el color de la virginidad, así expresada en poemas como El lirio, del inglés William Blake.

Esta asociación entre el blanco y la pureza o limpieza espiritual no es exclusiva del catolicismo. También se encuentra en el hinduismo, el islam, el sintoísmo y otros cultos y religiones.

Con el cambio de siglo, esta hegemonía del blanco ha llegado a su fin gracias a la popularidad de colores como el rosa pálido o el azul pastel, más asociados a la inocencia y candidez infantil que al simbolismo de la tradición cristiana. Los tonos neutros (beige, lino, camel, etcétera) también son bienvenidos en general, y dada su capacidad para complementarse con el blanco, son una elección respetuosa y original al mismo tiempo.